Por alguna razón, mis veranos siempre han tenido cierto regusto a conclusión, a mudanza. Así, la circunstancia casual de cumplir años en otoño ha dado pie a que, durante un tiempo considerable, la celebración de dar una vuelta más al sol me haya pillado casi siempre lejos de casa. Auspiciado por mi tendencia involuntaria al nomadismo, el festejo de un año más a finales de noviembre solía pillarme aún en pleno proceso de construcción de una nueva red de interacción social, que viniera a llenar el vacío que la distancia y lo anquilosado de las conversaciones por móvil y Skype no conseguían llenar.